Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
Un libro abierto, es la vida de mi personaje de este ensayo. Una vida conocida por todos, hasta cuando se disfraza de rey mago o de su horrorosa majestad del carnaval…. ahora pretendo condensarlo en estas líneas, paso a paso.
José Jiménez Zaragoza, es su nombre propio. lo único propio que en realidad tiene porque, como todos, en realidad no somos dueños de otra cosa más que de nuestra propia existencia. Suelta mi amigo esa filosofía en los versos: “Esa seda que relaja tus procederes cristianos, es obra de unos gusanos que labraron tu mortaja, también en la región baja la tuya han de devorar. ¡De qué, pues, te has de jactar, ni en qué tus glorias consisten, si unos gusanos te visten y otros te han de desnudar”.
Estoy hablando de Pepín. Así, lo conocemos. Hijo de Polo Jiménez Ramón y Adolfina Zaragoza Román, con un revoltijo de hermanos de sangre, hermanos de fe y hermanos de lonche, que hasta donde yo deduzco se pueden mencionar a Zoila González Zaragoza, Martha Adela Fernández Zaragoza, Oralia e Idarosa Reyes Zaragoza, Rafael Navarrete Zaragoza (Agustín Lara) e Irma Jiménez Montiel y Javier Montiel, sin olvidar a Gregoria Jiménez Mayo ni a Delia, Josefina y Armando. Si los consanguíneos, afines y acogidos son bastantes, la nomina de hermanos de talacha y aventuras resulta interminable: Román Quiñones, Miguel Castro, Pancho Cañòn, José Luis “El Pelon” Susilla… hasta donde usted guste y mande.
Nació en la calle Hidalgo, en el centro de la ciudad de Acayucan, en la casa de don Calixto Terrón, sito entre las calles de Porvenir y Juan de la Luz Enríquez, un 18 de octubre del año de 1939. “Setenta y un años y pico”, dice tener, yo le creo eso, y todo lo que me platica, en su eje actual de actividades que es el Restaurante que tiene ubicado en el Local 5, a un costado de los andenes de la terminal de pasajeros de segunda clase.
“Popular hasta las cachas”, así se dice en la jerga popular, y yo lo menciono, como breviario, porque eso de las "cachas" es una expresión que da a entender que se es algo o alguien en la forma más profunda de todo. Las cachas, vienen de las armas efectivamente, pero no porque la empuñadura o el mango de una pistola o de una faca o machete sea menos importante, sino todo lo contrario. En un principio, sin la expansión del plástico y las resinas sintéticas de hoy en día, las asideras de los rifles y pistolas e inclusive algunas de artillería ligera, eran fabricadas en hueso; porque es un material resistente, aislante del calor, y debidamente tratado, muy durable. En el devenir del tiempo y con los diferentes movimientos armados en la historia, se propagó el uso de conectar a su arma con uno mismo como una extensión del propio organismo, pues de ella dependía la vida casi siempre. Esto, junto con la relación de la cacha con el hueso dio origen a la expresión de que uno era algo..."hasta la cacha". O sea hasta el hueso. Entiéndanse pues, que se puede ser algo hasta las cachas y tan solo expresas que lo eres hasta el fondo de ello… así es Pepín: lo más popular notable, patente y obvio que conozco. Es como es, de a verdad. Simpático, ingenioso y sociable. Pepín es como el personaje de la historieta creado por Yolanda Vargas Dulchê, y dibujado por Sixto Valencia Burgos: Pepín Pinguìn, sería el personaje de la esposa de Guillermo De la Parra Loya, de quien tomó lo de Memìn. Como tal negrito de la revista es el Pepín de nosotros, con infinidad de anécdotas, aventuras y sucesos que papalotean en su retentiva y en su vida; el lector debe saber que las bromas entre sus congéneres rebasan lo que cualquier editor o guionista de chacotas pudiera imaginar. La rutina de chanzas y venganzas amigables entre Pepín y sus compinches han estado formadas por una serie de sketches y gags de diferentes tipos de espontaneo humorismo: Humor negro, urbano, blanco, doble sentido y albur. El Guasón de Batman, al lado de Pepín es un inocente bufoncito. Lo asombroso de Pepín y su mordacidad y maña, es la improvisación, actuaba, y procede aún, de acuerdo a las características de cada uno de los amigos, clientes o invitados, llegando a la ridiculización, extensiva a terceros sin perder su toque fino, amable y caballeroso. En sus aventuras se dice que llegaron sentirse ofendidos o agredidos alguna victimas, con sobrada razón; terceros que nunca supieron el origen de la mofa. Aunque, debo significarlo: Únicamente se proponía con su banda crear situaciones cómicas en las cuales “el público” disfrutaba a “Pepín y sus estrellas”. Omito, en tal razón, nombres y extremos de su variedad… Cuentan que podía, por ejemplo, ocurrírsele a Pepín y camarilla darse a la tarea de pasar a los negocios, tienda por tienda a medirse, zapatos, camisas o vestidos, disque para comprar. Hacían sacar prendas o artículos diversos en mayoreo, para a últimas decir: Gracias, y salir rumbo a la cantina de Atilano Culebro o la de Juan “Colinche” o la de Wenceslao Patraca para celebrar el desbarajuste que dejaban en los establecimientos. Sin límites en las guasas, del Pepín y su caterva de amistades, me entero, de unos chascarrillos muy gruesos, que los castos ojitos no deben leer, por el grado e intensidad... Entre lo más leve: le ponía como máscara a algún compañero la pantaleta que se encontraba colgada en un tendedero… Así es, pingo y ocurrente, dicharachero y chispeante. Con valores de amistad que sobresalen en cada fragmento de su vida. Una vida difícil la de Pepín que vino superando a tumbos; esos vaivenes lo han convertido en persona satisfecha de su trayectoria existencial limpia y digna. Un ser humano hermoso, que ha gozado y sufrido en ese su rol de vida que ha sido en la filosofía ineluctable de tener que trabajar. Dejó la escuela cuando asistía al segundo grado de instrucción primaria precisamente por la necesidad que tenía en su hogar ubicado en esos tiempos allá por el rancho “El Rubí”. Luego de esa morada Pepín recorrió muchos lugares donde se alojaba. Un servidor lo recuerda como inquilino del señor Natividad Vázquez, ahí frente a las aguas purificadas “Santa María” en la calle de La Peña, en el barrio de Cruz Verde…frente a la esquina que se forma en tal calle con la Nicolás Bravo. Una casa de barro, era su vivienda, con teja, sombreada por un frondoso árbol que producía unos manguitos liliputienses, con sabor a manila.
Platicar con Pepín resulta un verdadero placer, es malicioso y hasta pícaro, pero también es dueño de una sinceridad conmovedora y un alma sin dobleces. Tiene una temible facilidad para provocar enredos y ofuscar la mente. No se inmuta para hablar de lo primero que se le ocurre. Ahora me doy cuenta que así como existe la escritura indeliberada, también existe el lenguaje oral mecánico… el más elemental y autentico. Con Pepín no puede nadie distraerse porque se lo come. En su forma de explicar las cosas se muestra humano en todo su esplendor. Comerciante de alimentos y bebidas y vacilador pero de muy buen corazón.
Decía que, Pepín deja sus estudios en la escuela Presidente Miguel Alemán, apenas siendo un niño, contra la voluntad de su señora madre…. En la necesidad de proveer recursos, al percatarse de la situación precaria por la que pasaba con su familia. Se acuerda y dice: “Quería tener dinero en mi bolsa. Siempre me ha gustado ganar dinero para poder comprar lo que necesito. Me daba cuenta de que la vida es dura y complicada y que tienes que luchar un poco para conseguir lo que hace falta”. Recuerda que laboró con don Marcelino Martínez Moreno en una botica que tenía en la esquina de las calles Ocampo y negrete. Realizaba la limpieza del local y, como dependiente, medio preparaba algunas pócimas con aceite de ricino, cherva, palma Cristi o que se yo. Ganaba 15 pesotes laborando de lunes a domingo. Era un dineral, “pero solo me guardaba con un varo porque lo demás le quedaba a mi madre”. Trabajó también con Don Juan Sampedro de la Fuente, por 60 pesos a la semana, despachando telas de ahí aprendió eso del rompe y rasga. Con Rodolfo Ureña prestaba servicios en una carnicería donde su mama cobraba 2 pesos diarios, que era su salario, más la carne y huesos que le proveían. Anduvo, todavía de chamaco, lavando baños, limpiando cuartos y patio en la zona de tolerancia, con Olivia Rosaldo Ortiz, en la Flores Magón. Con Modesto Peña Jara trabajó, cuando el negocio del autor de “cátedra” se reducía a un estanquillo semifijo, ubicado en la esquina del Palacio Municipal, una mampara que recordamos afuera de donde ahora se ubica el departamento de obras públicas y que en aquellos tiempos albergaba la oficina de correos. Salía a vender periódicos y revistas a domicilio. El ánimo de Pepín para ganarse la papa no ha conocido limites pues en sus pasajes existenciales se presenta un capitulo de Boxeador… se ríe de las madrizas que. Era por supuesto un box amateur. Después anduvo de cobrador y de chofer con Francisco González Acosta, el “Pancho Cañón”; era el encargado de darle “cran” por el frente, al Ford 51, con una manivela, tiempo cuando el dinero que se manejaba era monedas 0720 de peseta, tostones y pesos. Así la llevaba Pepín, hasta que se inicia como lavaplatos y después como barbacoero. Don José Villaseñor, le preguntó que si era cocinero y respondió: “Cuando la necesidad obliga hasta los derechos se pierden”. Comienza con la señora Clementina Domínguez, madre de Román Quiñones Domínguez, quien junto con don Miguel Castro Domínguez, formaron un fabuloso trió preparando banquetes para fiestas…Pero la vida es inescrutable, como los designios del Señor, cuando la felicidad parece completa, alguna circunstancia nos vuelve a la realidad de que todo es pasajero y que por momentos reímos y en episodios lloramos. Así, la realidad mágica y sonriente que vivía en estas artes y ciencias culinarias se vio interrumpida por un accidente… ocurrido un sábado 15 de mayo de 1981, ese lamentable mediodía, en la calle corregidora, como a las 12.30 horas. Cuando el tiempo apremiaba para cumplir un servicio gastronómico; Pepín checaba la cocción de la carne que se preparaba en cuatro tambos.1,2,3… en el tercero de los recipientes la tapadera se soltó, un tenedor de acero inoxidable se arqueo en la maniobra y tal flexión provocó que la punta se dirigiera hacia el ojo derecho de nuestro amigo… Las consecuencias resultaron terribles. solo recordarlo provoca una mescla de dolor y sentimientos difíciles de describir. El sobrino, Fernando Ramírez, lo llevó de ese lugar, casa de Miguel Castro, hacia Coatzacoalcos con el doctor Bringas… sangre, pus, sufrimiento. dolorosas inyecciones procurando salvar el órgano. Hubo que llevarlo a México. “Al hospital de Nuestra Señora de la Luz, por el monumento a la revolución. Ezequiel montes numero 136…” se acuerda del tormento curativo… no puede evitar una lagrima y la expresión de aquel deseo de mejor haberse muerto…”cuando sientas un dolor parecido al que yo siento, Dios quiera que tu lamento no sucumba en la ignorancia, y atraviese la distancia, sobre las olas del viento”.
A partir de este momento, prácticamente se escribe otra historia en la vida de Pepín que transcurre dentro en una serie de tratamientos delicados y agudos, hasta que poco a poco él va consiguiendo su confianza y… ya de regreso le comentó, a la que cobraba boleto de avión para su vuelta: “Señorita, a mí solo me debe cobrar medio boleto porque solamente disfruto la mitad del paisaje…”
De ahí, resulta aun más admirable y ejemplar el optimismo de Pepín para continuar en la chinga y en la brega… con esfuerzo económico logró adquirir del doctor Aquino el “burguer Master” de la calle Zaragoza, donde consiguió acreditarse nuevamente como excelente guisandero, Con sonrisa a flor de labio, platica de sus hijos, Verónica y Paco, mientras prepara sus tacos de cochinita pibil, su ceviche de zanahoria , su chicharrón en escabeche y la amplia variedad de su cocina; además me obsequia sus receta del menjurgue que guarda en su garrafa. Aguardiente remojando ruda, yerbabuena, pericón y cáscara de naranja,” seca… para que no se agrie”. Pócimas para la colitis e inflamación intestinal. Avena, Jamaica, toritos de cacahuate y no sé que tanto invento. “Aquí continuo ocupado, en lo que me gusta”. Saca sus fotografías antiguas, de cuando cumplió su servicio militar, con Oscar Alemán Rincón… “me falta una, de mi coronación como Rey Feo en el año de 1968”. Observo en él, que: La vida es bella, mientras estés dentro tú. Abre cuando puedas el libro de la vida y reinventa algo nuevo para que tu día sea más brillante que las estrella del ocaso, para que los valles te hablen de las soledad infinita y embriagadora; cuando las palabra es un suspiro constante de lente y mente cansina, no dejes de escribir el libro de tu vida, así aprenderás que hay días grises y también azules como es el cielo de mi sueño. La vida es un libro de página en blanco, dónde tu solamente tú eres dueño y señor de tu propio destino, nadie te robe la ultima pagina, nadie te la golpee, aprende a vivir sonriendo, como esas copas de champaña cuyo tañer alegra a quien escucha… Porque la campana del universo, doblará por alguien y quizá mañana seas tu quien escriba esto que no se termina; tal vez lo acabes tú por mí… Diría Pepín: Yo no canto por llamar, la atención que no merezco, yo canto porque padezco penas que quiero olvidar, que tan solo con cantar se va al viento nuestra pena, y yo tengo el alma llena, de pesares y amarguras, ¡más que en la mar hay anchura, más que en la mar hay arena!
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