
Déjame que te cuente… Lila Downs.
Por Sergio M. Trejo González.
A principios del 2006, como propósito de año nuevo, expresé en las páginas del diario Acayucan mi deseo de acudir a un concierto musical de Silvio Rodríguez. Por angas o mangas no he sabido de presentación del Trovador cubano en el lugar del país, pues aunque por razones de pe$o no iría a verlo donde sea, quizás a Oaxaca, Michoacán, Puebla, o Tabasco, aunque sea de aventón me “aviento el tiro”. Pero, como la mala suerte no es para mi, digo en contrario a ese popular tema de José Alfredo Jiménez: “Sin Sangre en las venas”, se presentó la circunstancia apreciar otro reflejo artístico: Lila Downs.
Lila Downs ¡en la calle!
En el corazón de San Andrés, entre el parque principal y el palacio municipal, con toda esa gama, con todo su talento, con los matices de su voz privilegiada.. Con su danza, y con todo su genio estuvo la cantante internacional, originaria de Tlaxiaco, Oaxaca... Lo mas importante es que pude estar ahí, entre la multitud que se dio cita para disfrutarla plenamente. Entre una docena de acayuqueños que en el ayuno de exposiciones de esta naturaleza y escala; ante la carencia de espectáculos de esa jerarquía en nuestra aldea, nos lanzamos, cada quien por su lado, para darnos el lujo de escuchar en la vía publica a Lila Downs… Ya en esos lares observe al señor Juan Manuel Polito y la señora Bertha Lagunes, a la Chacha Guillen acuerpada por Juan Revueltas, al escritor Alfredo Delgado Calderón, al jefe de la unidad regional de cultura populares Román Domínguez, al músico Mario Galindo y Alfredo Gutiérrez, todos conviviendo en esa atmósfera, compartiendo vena con David Haro, ese exitoso cantante jaltipaneco que recordamos, entre otras muchas cosas, por haber sido parte de aquel prehistórico grupo “Las Almas” de Acayucan… conocimos ahí a José Samuel Aguilera, Yanguense, químico, abogado, versador, agricultor y cabrón bien hecho… autor de un libro que se denomina: “Que tal si no”. Ahí estaban, estábamos dijo el otro, en la ciudad tuxtleca, dispuestos a la complacencia con Lila Downs. Llegó, toda ella, al escenario, vestida con un atuendo típico de su estado, indumentaria oaxaqueña estilizada que combina con accesorios mexicanos: Rebozo, paliacate, delantal…. Étnica siempre, pelo tejido en un par de trenzas, collares y alhajas…Canta de todo para todos. Canciones compuestas por ella, redimiendo trovas tradicionales, rescatando de manera original y exquisita la copla emblemática popular… rodeada de músicos excelentes, de un virtuosismo extraordinario, que nos pone de pie.
Había escuchado a Lila Downs en algún programa nocturno de la televisión, ese que accidentalmente me arrulla y ayuda a expiar mis inquietudes bohemias… tenia referencia de esa artista por su aparición en la película Frida, en la versión de Salma Hayek, pero nada comparado con la placentera sorpresa de escucharla a un par de metros… Desde ahí abajito, donde los reporteros aprovecharon para sus graficas… simplemente me colé hasta la zona de protección, entre los periodistas Cecilio Pérez Cortes y José Luis Ortega Vidal... con Mario Galindo Baruch… para escuchar sus trinos y sus murmullos; para apreciar sus sensibilidad y admirar su belleza… para aplaudirle. El asunto es que dicho concierto, con duración de casi hora y media, mantuvo a los presentes en la fascinación. Muy poquito para el apetito voraz de tanta exquisitez, tanta belleza.… Aparece en el escenario con su música que fusiona diversos ritmos como el jazz, el gospel, el hip-hop, las baladas, las cumbias, los boleros y, en primer lugar canciones tradicionales, compuestas por los iconos de la música vernácula… esas que han sido cantadas por los recolectores de la inspiración poético musical y que han dado vuelta al mundo para orgullo de los mexicanos.Leí por ahí: “Suena más enredado de lo que es. Escuchar a Lila Downs en vivo es una experiencia absorbente, sobre todo por su privilegiadísima voz, que tiene un rango ilimitado. Lo mismo baja que sube, varía de un estilo a otro, de un idioma a otro, llora, ríe, se burla con su voz tan poderosa para la que prácticamente el micrófono es un estorbo, amén de la simpatía de alguien sin poses, fuera del rango de lo comercial o de los excesos e imposiciones de la imagen femenina actual”.
Lila Downs, nos obsequió la noche del sábado 21, la luna de octubre más hermosa, buena parte de su nuevo material discográfico, La cantina: entre copa y copa..., un homenaje a la canción ranchera, esa que se canta entre tequilazos y que se escucha con los ojos irritados por el humo del cigarro en una cantina encerrada.
Downs hace su particular homenaje a un puñado de conocidas rancheras, pero también proporciona piezas propias como La Cumbia del Mole, dictándonos en ambiente doméstico jocoso la receta para hacer la popular comida y Tacha "La Teibolera". una versión de Tu recuerdo y yo de José Alfredo Jiménez , donde mezcla instrumentos electrónicos, y la letra de La Vida no vale nada. Mis favoritas personales fueron la llorona, con esos efectos de lamento que su garganta produce, La cama de piedra, en una versión que transmite una melancolía contagiosa y que, cuando menos lo piensa uno, te atrapan… ya para cerrar, después del clásico “otra, otra”, vino la Nayla de Jesús “Chuy” rasgado y como broche de oro Arenita azul
No poseo los conceptos ni la autoridad adecuada para agradecer a las artistas como Lila Downs la reivindicación que han dado a la música mexicana; tampoco tengo la voz para reconocer al gobierno municipal de San Andrés y al IVEC , el esfuerzo realizado para que su gente disfrute del folclor, que interpretado tan profesionalmente resulta digno de significarse. Ojalá en Acayucan se tuvieran oportunidades como esas para acceder a espectáculos culturales o de entretenimiento como el referido; como los que se desarrollan en el “Encuentro Internacional del Mar” en Coatzacoalcos… como el que tuvo lugar hace unos meses en el seminario de la “Luna Negra” en Tacamichapan… los responsables de la cultura en Acayucan tienen la palabra… si acaso tienen o se les permite decir algo.
Por Sergio M. Trejo González.
A principios del 2006, como propósito de año nuevo, expresé en las páginas del diario Acayucan mi deseo de acudir a un concierto musical de Silvio Rodríguez. Por angas o mangas no he sabido de presentación del Trovador cubano en el lugar del país, pues aunque por razones de pe$o no iría a verlo donde sea, quizás a Oaxaca, Michoacán, Puebla, o Tabasco, aunque sea de aventón me “aviento el tiro”. Pero, como la mala suerte no es para mi, digo en contrario a ese popular tema de José Alfredo Jiménez: “Sin Sangre en las venas”, se presentó la circunstancia apreciar otro reflejo artístico: Lila Downs.
Lila Downs ¡en la calle!
En el corazón de San Andrés, entre el parque principal y el palacio municipal, con toda esa gama, con todo su talento, con los matices de su voz privilegiada.. Con su danza, y con todo su genio estuvo la cantante internacional, originaria de Tlaxiaco, Oaxaca... Lo mas importante es que pude estar ahí, entre la multitud que se dio cita para disfrutarla plenamente. Entre una docena de acayuqueños que en el ayuno de exposiciones de esta naturaleza y escala; ante la carencia de espectáculos de esa jerarquía en nuestra aldea, nos lanzamos, cada quien por su lado, para darnos el lujo de escuchar en la vía publica a Lila Downs… Ya en esos lares observe al señor Juan Manuel Polito y la señora Bertha Lagunes, a la Chacha Guillen acuerpada por Juan Revueltas, al escritor Alfredo Delgado Calderón, al jefe de la unidad regional de cultura populares Román Domínguez, al músico Mario Galindo y Alfredo Gutiérrez, todos conviviendo en esa atmósfera, compartiendo vena con David Haro, ese exitoso cantante jaltipaneco que recordamos, entre otras muchas cosas, por haber sido parte de aquel prehistórico grupo “Las Almas” de Acayucan… conocimos ahí a José Samuel Aguilera, Yanguense, químico, abogado, versador, agricultor y cabrón bien hecho… autor de un libro que se denomina: “Que tal si no”. Ahí estaban, estábamos dijo el otro, en la ciudad tuxtleca, dispuestos a la complacencia con Lila Downs. Llegó, toda ella, al escenario, vestida con un atuendo típico de su estado, indumentaria oaxaqueña estilizada que combina con accesorios mexicanos: Rebozo, paliacate, delantal…. Étnica siempre, pelo tejido en un par de trenzas, collares y alhajas…Canta de todo para todos. Canciones compuestas por ella, redimiendo trovas tradicionales, rescatando de manera original y exquisita la copla emblemática popular… rodeada de músicos excelentes, de un virtuosismo extraordinario, que nos pone de pie.
Había escuchado a Lila Downs en algún programa nocturno de la televisión, ese que accidentalmente me arrulla y ayuda a expiar mis inquietudes bohemias… tenia referencia de esa artista por su aparición en la película Frida, en la versión de Salma Hayek, pero nada comparado con la placentera sorpresa de escucharla a un par de metros… Desde ahí abajito, donde los reporteros aprovecharon para sus graficas… simplemente me colé hasta la zona de protección, entre los periodistas Cecilio Pérez Cortes y José Luis Ortega Vidal... con Mario Galindo Baruch… para escuchar sus trinos y sus murmullos; para apreciar sus sensibilidad y admirar su belleza… para aplaudirle. El asunto es que dicho concierto, con duración de casi hora y media, mantuvo a los presentes en la fascinación. Muy poquito para el apetito voraz de tanta exquisitez, tanta belleza.… Aparece en el escenario con su música que fusiona diversos ritmos como el jazz, el gospel, el hip-hop, las baladas, las cumbias, los boleros y, en primer lugar canciones tradicionales, compuestas por los iconos de la música vernácula… esas que han sido cantadas por los recolectores de la inspiración poético musical y que han dado vuelta al mundo para orgullo de los mexicanos.Leí por ahí: “Suena más enredado de lo que es. Escuchar a Lila Downs en vivo es una experiencia absorbente, sobre todo por su privilegiadísima voz, que tiene un rango ilimitado. Lo mismo baja que sube, varía de un estilo a otro, de un idioma a otro, llora, ríe, se burla con su voz tan poderosa para la que prácticamente el micrófono es un estorbo, amén de la simpatía de alguien sin poses, fuera del rango de lo comercial o de los excesos e imposiciones de la imagen femenina actual”.
Lila Downs, nos obsequió la noche del sábado 21, la luna de octubre más hermosa, buena parte de su nuevo material discográfico, La cantina: entre copa y copa..., un homenaje a la canción ranchera, esa que se canta entre tequilazos y que se escucha con los ojos irritados por el humo del cigarro en una cantina encerrada.
Downs hace su particular homenaje a un puñado de conocidas rancheras, pero también proporciona piezas propias como La Cumbia del Mole, dictándonos en ambiente doméstico jocoso la receta para hacer la popular comida y Tacha "La Teibolera". una versión de Tu recuerdo y yo de José Alfredo Jiménez , donde mezcla instrumentos electrónicos, y la letra de La Vida no vale nada. Mis favoritas personales fueron la llorona, con esos efectos de lamento que su garganta produce, La cama de piedra, en una versión que transmite una melancolía contagiosa y que, cuando menos lo piensa uno, te atrapan… ya para cerrar, después del clásico “otra, otra”, vino la Nayla de Jesús “Chuy” rasgado y como broche de oro Arenita azul
No poseo los conceptos ni la autoridad adecuada para agradecer a las artistas como Lila Downs la reivindicación que han dado a la música mexicana; tampoco tengo la voz para reconocer al gobierno municipal de San Andrés y al IVEC , el esfuerzo realizado para que su gente disfrute del folclor, que interpretado tan profesionalmente resulta digno de significarse. Ojalá en Acayucan se tuvieran oportunidades como esas para acceder a espectáculos culturales o de entretenimiento como el referido; como los que se desarrollan en el “Encuentro Internacional del Mar” en Coatzacoalcos… como el que tuvo lugar hace unos meses en el seminario de la “Luna Negra” en Tacamichapan… los responsables de la cultura en Acayucan tienen la palabra… si acaso tienen o se les permite decir algo.
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