jueves, 21 de enero de 2010

Ricardo Moreno Gilbón

Ricardo Moreno Gilbón.
Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
un año se cumple hoy 9 de octubre de 2009.
El tiempo pasa, así es el tiempo… aunque no estoy seguro de que pase el tiempo o nosotros somos los que vamos de paso; en fin, de eso sabrán los filósofos y quienes en la vorágine de los calendarios se ocupan en esas reflexiones…No trates de encontrar la solución a tus problemas, a tu situación. Si las cosas resultan mal pues ya pasarán… No busques algo que sea irreal. No encuentres fallos ni errores donde no los hay. Deja que el tiempo transcurra… que el tiempo pase.
Andaba yo por el puerto de Veracruz, hace un año, cuando me anunciaron la infausta noticia…Murió el Chachá… quede sorprendido… intente llamar pero no, no tenia palabras…las palabras no dicen nada, ni se escuchan, cuando el dolor esta gritando….No existe bálsamo para curar esas lesiones, además las heridas del alma no se curan más que con la oración. Dios en toda su bondad es quien deberá mandar en su momento el alivio…los humanos somos tan insignificantes que no comprendemos los designios inescrutables del todo poderoso, por eso nos duele.
Uno solamente levanta la vista para cuestionar ¿Por qué? Pero la respuesta no llega de la misma manera que nuestra urgencia de explicación…necesitamos aguardar… cuando alguien muere se muere algo de quienes lo conocimos y por eso resulta complicado expresar algo que las palabras no pueden explicar…no se sabe por dónde empezar. Hace un año anote en esta columna que se me hace muy difícil sentarme aquí y comenzar a escribir sobre la pérdida lamentable de un amigo: Ricardo Moreno Gilbon. El médico que fuera director del hospital de nuestra ciudad hace algunos años para después trasladarse a la ciudad de Cosamaloapan en esos menesteres de la Salud oficial desde la subdirección de la Jurisdicción Sanitaria número 9.
Dije hace un año, a propósito: Falleció “El Chacha”.
“Así llamábamos cariñosamente al galeno, y así recibimos la noticia… su deceso fue la crónica de una muerte anunciada, tras 79 días en coma, el statu quo se prolongaba, tortuosas semanas esperando en una situación profundamente estancada. Quizá ponderando dramáticamente la brevedad de la vida humana, que contrasta con el ciclo vegetal, capaz de una eterna renovación… en la esperanza de la magia o el milagro….recordamos entonces a Machado, con su árbol que aun talado y marchito pudiera ser capaz de criar retoños…
Antes que te derribe, olmo del Duero,con su hacha el leñador, y el carpintero…antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas;antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
El tiempo pasaba…aquel 23 de julio la cuenta regresiva comenzó. 79…78…77…y Ricardo, como todo ser humano una vez que toca el umbral de la dimensión desconocida, estaba detenido… sordo, allá, durmiendo un larguísimo sueño, sin término, para nunca más despertar.
“Ricardo va de regreso a casa”, me dije aquel pasado día 9 de octubre del 2008, cuando recibí la infausta e ingrata noticia y, estando en el puerto de Veracruz, me traslade a la ese lugar sotaventino para presentar a la familia mis condolencias y solidarizarme en su pesar… a la tía Celia, a Sus hermanos Gerardo, Leticia, Jorge, Roberto, Luis, Carmelita. Ellos, su esposa Leticia Hernández de Moreno y sus hijos Carlos Alfredo y Eduardo Alberto, deben estar confortados en ese dolor sabiendo que Ricardo ya está en el vuelo cósmico, sin ataduras, libre de pesares y amarguras. El ya ha transpuesto el límite de las apariencias y se encuentra en el sitial de la corona espiritual, la libertad.

Hoy, cuando se cumplen 365 días de aquella muerte recuerdo el sepelio de Ricardo, cuando era sepultado entre “las Golondrinas”, que un grupo jarocho entonaba, sonaba la voz aquella de un tenor “ adonde ira veloz y fatigada...“ Mientras los restos inertes de nuestro antiguo vecino eran devueltos al polvo… mi corazón decía a Ricardo “Arrebatado por el hechizo del caudaloso río de las mariposas… que riega de ese pueblo las praderas, quién pudiera llorarte en sus riberas en la redonda luna al rayo frío… Quien pudiera en algún agitado desvarío, volver a saludarte en sus palmeras, en los naranjos en flor y enredaderas, y en sus lirios cubiertos de rocío.”
Ricardo fue un tipo carismático en sentido amplio que con la simpatía que imponía y recibía apodos simples y contaba anécdotas chispeantes. Hablar del “Chacha”, obliga a recordar esas pequeñas cosas que lo hacían ser él: sus gestos, su forma de dialogar, sus reacciones a diferentes situaciones, su forma de andar y de moverse... las charlas eternas, con cafés o con una copa…Cuando recuerdas lo que has aprendido de alguien, que, en este caso, es mucho. A veces, te sorprendes recordando una situación determinada, y se te dibuja una sonrisa en la cara. A veces piensas en lo que ya no será, y te asoman las lágrimas.
Su destino o circunstancia lo llevo a residir en Cosamalopan, lugar donde guardan sus restos para siempre… En Acayucan muchas personas no supieron de su muerte, pero quienes lo conocieron deben saber que sus exequias estuvieron plagadas de ofrendas y de personas que con su trabajo logró conquistar en esa región donde, bajo una pertinaz lluvia, fue velado para ser despedido evocando su infancia y su paso valioso por la vida… que hoy recuerdo nuevamente…al cumplirse un año de aquel día.”
Se fue Ricardo, descanse en paz.

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